Las relaciones tóxicas en la adolescencia están en aumento, en gran medida por el impacto de las redes sociales y la falta de educación en inteligencia emocional. Cuando los adultos detectan signos de relaciones tóxicas en adolescentes, una respuesta basada en la comunicación afectiva puede marcar la diferencia. Aquí te presentamos algunas claves para intervenir y ayudar a los jóvenes a establecer relaciones sanas y a identificar comportamientos dañinos.
1. Identificar las señales de control y manipulación
Los adultos pueden detectar comportamientos que indican una relación tóxica en la adolescencia, como cambios en el estado de ánimo, aislamiento de amigos y familia, y baja autoestima. Los signos comunes incluyen la exigencia de acceso a contraseñas, la vigilancia en redes sociales, y normas impuestas sobre la vestimenta o amistades del joven.
La mejor manera de identificar las señales de control y manipulación es tener conversaciones genuinas, que no parezcan un interrogatorio, sino más bien un espacio seguro donde el adolescente pueda expresar lo que está viviendo, tanto lo bueno como lo malo. Es importante que estas conversaciones sean naturales. No deben parecer sermones ni incluir consejos sobre lo que ‘deberían’ hacer. Nuestro objetivo es escuchar con verdadero interés y mostrar comprensión, sin juzgar su forma de actuar. De este modo, demostramos una preocupación genuina por su bienestar y por que tengan relaciones saludables.
A continuación, propongo un listado de situaciones comunes que pueden surgir en la conversación para entender mejor lo que el adolescente está viviendo. Este listado sirve para que los padres tengan puntos de referencia al explorar la conversación y detectar si estas situaciones se están dando en la relación del adolescente, o si el adolescente tiene un planteamiento claro sobre los valores de respeto en las relaciones sentimentales:
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Explorar creencias sobre el amor y los celos:
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«Si tienes celos es porque me quieres», «Si no tienes celos es porque no me quieres de verdad»: Pensar que los celos son una prueba de amor es una creencia tóxica que puede llevar a comportamientos perjudiciales.
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Obtener y controlar el acceso a la privacidad:
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«Si no me das tu contraseña es porque escondes algo»: Pedir o exigir la contraseña del móvil o redes sociales de la pareja no es una muestra de confianza, sino una forma de control.
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Espiar el móvil de la pareja: Revisar el contenido de chats y redes sociales sin permiso es una falta de respeto y una señal clara de desconfianza.
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Limitar la libertad de amistades:
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«No me gusta que quedes con esa amiga/amigo»: Expresar desagrado hacia las amistades de la pareja y aplicar represalias como la ley del hielo cuando queda con esas personas es una señal de manipulación y control. Nadie tiene derecho a decidir con quién puedes pasar tu tiempo.
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«A mí ese/a no me cae bien»: Recibir mal a las nuevas amistades y tratar de alejar a la pareja de esas personas fomenta el aislamiento.
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Controlar los movimientos y la independencia:
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«¿Dónde estás? ¿Por qué no me contestas?»: Controlar constantemente los movimientos de la pareja mediante llamadas y mensajes es un comportamiento que fomenta la falta de espacio personal y autonomía.
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«¿Qué vas a hacer sin mí? Si yo no voy, tú no vas»: Negar la posibilidad de que la pareja tenga espacios individuales es una forma de limitar su independencia.
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Control sobre la imagen personal:
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«Así vas a ir vestida/o?», «¿A dónde vas tan arreglada/o? Conmigo no te arreglas tanto»: Criticar o prohibir la forma de vestir de la pareja es una manera de controlar cómo se presenta al mundo.
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Desconfianza constante:
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Desconfiar de todo lo que dice la pareja: Cuestionar incluso en las cosas más simples y hacer que el otro siempre se sienta cuestionado es una señal de desconfianza y control.
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Provocar celos comparando con relaciones anteriores:
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«Mi ex era más cariñosa/o que tú»: Comparar continuamente a la pareja con alguien del pasado tiene la intención de hacerla sentir insuficiente y fomenta inseguridades.
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Comparar en exceso con alguien del pasado: Las comparaciones constantes generan inseguridad y minan la autoestima de la pareja.
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Control mediante las redes sociales:
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Monitorizar todo en redes sociales: Seguir cada movimiento de la pareja, vigilar con quién interactúa y estar pendiente de cada publicación es una clara señal de control.
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Controlar mediante localización: Pedir constantemente la ubicación para «saber dónde estás» es una invasión a la privacidad y fomenta la dependencia.
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Reaccionar negativamente a los logros de la pareja:
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Sentir envidia o rabia por los logros de tu pareja: No alegrarse por los éxitos del otro y en lugar de eso, sentir frustración o envidia, es un comportamiento tóxico que daña la relación.
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Cosificar las relaciones sexuales:
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«Ya no me quieres, por eso no te quieres acostar conmigo»: Utilizar el sexo como una herramienta de manipulación o reconciliación es una señal de abuso emocional y control.
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Descalificar y agredir a la pareja:
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«Tú no entiendes de estos temas, lo haces mal, eres egoísta, no vales para nada»: Los comentarios descalificativos solo buscan reducir la autoestima de la pareja y son señales claras de una relación tóxica.
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Agresiones físicas o verbales: Cualquier tipo de agresión, ya sea gritos, empujones o golpes, nunca es aceptable y debe ser tratado como una señal urgente de peligro.
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Estas frases son solo algunos ejemplos de las formas en las que el control y la manipulación pueden aparecer en una relación adolescente. Al observar estas señales, es crucial no reaccionar de forma controladora o autoritaria, pues esto podría alejar al adolescente. En lugar de imponer prohibiciones, es mejor acercarse desde la empatía y mostrar preocupación genuina, para que el joven sienta que el apoyo es incondicional y que no se le juzga por la situación.
2. Fomentar una comunicación afectiva y sin juicios
Una respuesta emocional en lugar de una racional puede resultar en que los adolescentes no quieran hablar de sus relaciones. En cambio, una comunicación afectiva ayuda a crear un espacio seguro donde los jóvenes se sientan comprendidos y no temen expresar sus sentimientos y experiencias. Preguntar de manera abierta, escuchar sin interrumpir y validar sus emociones es esencial.
En este contexto, es fundamental evitar barreras comunicativas que pueden dañar la relación y cerrar cualquier posibilidad de diálogo genuino. Estas barreras se pueden identificar en tres tipos:
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Frases que excluyen o rechazan las razones del otro: Estas frases tienden a ser críticas, humillantes o ridiculizantes, generando rechazo y sensación de invalidez en el adolescente. Evitar estas frases es clave para mantener una comunicación abierta y asegurar que el adolescente se sienta validado. Ejemplos incluyen comentarios como «Eso no es para tanto», «No te pongas así, no es un drama», «Pareces tonto, no sé cómo dejas que te haga esto», o «Eres una dramática, no se te puede preguntar nada». Estas frases descalifican sus emociones y provocan un cierre comunicativo.
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Frases que ocupan el lugar del otro: Aquí se trata de imponer nuestra visión o lo que creemos que el adolescente debería hacer. Expresiones como «Lo que tienes que hacer es…» o «Yo en tu lugar haría…» desplazan su autonomía y generan una sensación de falta de control sobre sus propias decisiones, impidiendo que el joven se sienta realmente escuchado.
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Frases que evitan o minimizan lo que está pasando: Estas son frases que lanzan una especie de «bomba de humo» para evitar el malestar de la situación. Pueden ser frases que quitan importancia, intentan hacer chistes sobre el problema o ridiculizan la intensidad de sus emociones. Por ejemplo, «Seguro que se te pasa rápido» o «No te pongas así, vamos a pensar en otra cosa». Esto comunica que sus emociones no son importantes o válidas y contribuye a que se cierren.
Cuando los adultos utilizan este tipo de movimientos en su comunicación —frases que excluyen, ocupan el lugar o evitan confrontar emociones— los adolescentes se sienten desprotegidos y acaban cerrándose. Esto se debe a que se genera un ambiente de hostilidad o desconexión, que no les invita a abrirse ni a compartir sus experiencias o preocupaciones.
¿Qué pueden hacer los adultos? Para fomentar esta comunicación, es importante hablar desde una postura de curiosidad y comprensión. Frases como “para mí es importante cómo te encuentras, cómo te sientes”, “quiero entender mejor tu punto de vista, tiene que tener sentido que lo estés haciendo así”, o “solo quiero comprender” pueden invitar al adolescente a abrirse sin sentir presión ni miedo al juicio. También podemos ofrecer empatía diciendo algo como: “Entiendo que eso debe ser muy difícil para ti, estoy aquí para escucharte”. Este tipo de comunicación permite que los adolescentes se sientan escuchados y valorados en sus emociones, lo que aumenta su disposición a pedir ayuda cuando sea necesario.
La clave es evitar las respuestas automáticas que invalidan o desestiman sus emociones y pensamientos, y en su lugar, practicar la empatía y la escucha activa. Las emociones han de ser validadas y también los pensamientos, opiniones o puntos de vista han de ser profundamente comprendidos, aunque desde nuestra lógica estén equivocados. Si le dices a un adolescente «estás equivocado, no te enteras, las cosas no son así», de nuevo estaríamos en un movimiento de exclusión que haría que se cerrara. En lugar de decir esto, puedes decir algo como: ‘Ayúdame a entender por qué lo ves así’ para abrir el diálogo. Es mucho más inteligente hacer las preguntas que le ayuden a tomar conciencia de los puntos ciegos de su argumento, siempre desde la comprensión de por qué tenía sentido que estuviera viéndolo así. Solo de esa forma verán que el espacio de conversación es realmente seguro y que no estás tratando de manipular su pensamiento, sino explorar juntos los pros y contras de cada uno de los puntos expuestos.
3. Modelar el respeto y la empatía en relaciones
Los adultos somos un punto de referencia también en la adolescencia. El tipo de relación que mostramos tener con nuestra propia pareja es un punto de referencia, pero también lo es la forma en que los tratamos a ellos. Si nosotros no respetamos sus puntos de vista, no consideramos sus emociones, y les decimos continuamente lo que tienen que hacer o pensar, ellos normalizarán esa actitud. Es posible que busquen este mismo tipo de relación en sus parejas porque les resultará familiar, o bien adopten esa actitud controladora hacia su pareja, generando la misma dinámica tóxica. Por lo tanto, es fundamental tener una comunicación afectiva y efectiva que permita al adolescente sentirse visto, explorar sus valores y puntos de vista, y cuestionar sus creencias de forma que pueda individuarse, sin simplemente acatar lo que los adultos le dicen. Es así como se forja una conciencia real de uno mismo y un espíritu crítico. Si pretendemos que nos obedezcan continuamente y que nuestro punto de vista sea el único válido, lo lógico es que fuera de la relación familiar busquen lo mismo. Y mientras tanto, no habrán podido desarrollar las capacidades y el criterio propio necesarios para tomar decisiones y distinguir por sí mismos lo que está bien y lo que está mal.
¿Qué pueden hacer los adultos? Compartir experiencias de vida puede ayudar a mostrar que todos enfrentan desafíos en sus relaciones, pero que el respeto y la comunicación empática son esenciales. Esto no solo normaliza el hecho de que cualquier relación puede enfrentar dificultades, sino que también refuerza la idea de que el maltrato y el control no tienen cabida en relaciones saludables.
A través de la comunicación afectiva, los adultos pueden construir un clima de confianza donde los adolescentes se sientan cómodos para compartir sus preocupaciones. Esto implica estar disponibles y ser pacientes, sin presionar al joven para que hable, sino permitiéndole saber que tiene un adulto de confianza a quien acudir.
Próximas jornadas: “Cómo cuidar a los adolescentes entre redes sociales y montañas rusas emocionales”
El 30 de noviembre y el 1 de diciembre, Eleva celebrará las jornadas online “Cómo cuidar a los adolescentes entre redes sociales y montañas rusas emocionales”. Este espacio ofrecerá claves prácticas para que padres y educadores comprendan mejor la compleja etapa de la adolescencia y puedan apoyar a los jóvenes en los desafíos emocionales y sociales que enfrentan hoy en día.
Durante estas jornadas, exploraremos desde cómo evitar la sobreprotección y fomentar la autonomía, hasta cómo comunicar de forma afectiva y conectar realmente con ellos, entendiendo que en la adolescencia, ya no les puedes tratar como niños, pero tampoco les puedes exigir que funcionen emocionalmente como adultos. Todo esto se abordará desde la perspectiva de qué NO hacer, qué SÍ funciona, y cómo llevarlo a cabo en el día a día.
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